martes, 19 de febrero de 2013

LA HISTORIA DEL PEDO EN LA CARA

No importa que tan relajada te encuentres. No cuenta que tanta confianza exista con el otro. No suma que seas desprejuiciada. No justifica que seas sexualmente evolucionada. No soluciona que intentes dar explicaciones. Nunca pero NUNCA por mas entregada que estés a los brazos del sexo puro, explícito, profundo y desenfrenado, permitas que tu esfínter se afloje... en la cara de tu amante.


Recuerdo que es masajista y que sus manos hacían milagros. Era tal la destreza y dedicación que tenía para hacerlo que parecía casi imposible no babearle la almohada. No había nadie capaz de conocer, investigar y conquistar el cuerpo humano como él. Todo un profesional. No puede haber sexo que termine mal si previo a eso te untan con varios aceites aromatizados y te dejan como un sahumerio viviente.

La cama estaba tirada en el piso porque no existía tal cosa. Apenas un colchón de una plaza en medio de un ambiente que intentaba ser cocina, comedor y, más adelante, también baño. La luz era tenue, la música agradable, los aromas deliciosos. En un escenario cómo ese, lástima de aquel de fuera capaz de atreverse a poner límites en el encuentro. Y yo no sería precisamente el caso.

Mi amante no sólo no tenía límites, al igual que yo, sino que además una gran predisposición para la exploración. Y esas manos milagrosas conquistaron cuánto espacio y recoveco encontraron a su paso. Pero claro, tanta conquista tanta conquista, el terreno se prepara para mayores desafíos. Su técnica consistía en alternar besos, caricias y sexo. Un poco de esto, otro poco de aquello y el cuerpo comenzaba a sufrir cambios. No alcanzaba a acostumbrarse a un estímulo que recibía el ataque por otro lado.

Me encontraba tirada en un sillón, completamente desnuda y entregada a un placer peligroso. Él, arrodillado frente a mí, se había dispuesto a ofrecerme tanto éxtasis como pudiese ser capaz de soportar. Pero, como dice el dicho, "no juegues con fuego que te podés quemar". En la medida en que comenzaba a fundirme en los placeres del orgasmo la energía contenida dentro de mí se expandía hacia fuera como un volcán en erupción transformada en forma de sonidos. Cuando ya creía no poder soportar tanta lujuria, cuando sentía desintegrarme por completo, cuando la relajación fue tan extrema, mi organismo no tuvo mejor idea que despedir del fondo de mis entrañas un pedo tan fédito, denso, sonoro e indegradable como el de un huevo duro caliente y recién pelado... ¡¡¡ directamente sobre su rostro !!!

¡¡¡ Por favor !!! Lo único que quería era encontrar el bendito botón de "eject" en ese puto sillón, que me empujara con un resorte desde el asiento hacia arriba, rompiendo la membrana del techo y con la fuerza suficiente para mandarme directo al espacio sin boleto de vuelta. ¡¡¡¡ ME QUERÍA MATAR !!!! ¡¡¡¡ La actriz porno al carajo !!!! Jamás me voy a olvidar la cara de asco que puso ese pibe fumándoselo todo sin anestesia. ¿¿¿¡ Dónde había quedado mi tránsito lento, mis constipaciones diarias... EH EH EH... DÓNDE !??? Mi cara se llenó de tanta sangre como fué posible, mis ojos estaban vidriosos a punto de romper en llanto y el olor a podrido ése que todavía no se evaporaba.

"Somos humanos"- me dijo. "Estas cosas pasan porque somos humanos. Si fuésemos máquinas, no sentiríamos nada, no disfrutaríamos ". El muy sorete, ¿encima trataba de ser comprensivo?¿De hacerme sentir bien? Me merecía que me sacara a la calle en pelotas NO que me diera el pésame total mas verguenza y humillación de la que sentía dificilmente pudiese experimentar. Estaba traumatizada. No me quedó más que vestirme como pude y salir "cagando" (JE!)



Era un gran masajista, sí. Era un amante dedicado, también. Pero para mí, de allí a la eternidad, siempre será "La historia del pedo en la cara".

2 comentarios: