¡No puedo creerlo todavía! Bastó que sonara mi celular y alguien me dijera que se encontraba precisamente a tu lado para que mi reloj se detuviera en ese instante. Me fuí directo a tu encuentro enceguecida ante la idea de saber que podía volver a verte, así de repente, de casualidad, sin planearlo pero habiéndolo soñado tantas veces.
Entre el tumulto de gente empujé más con el corazón que con el cuerpo para llegar hasta ahí, donde estabas hermoso, perfecto, tranquilo, relajado, siempre cordial y respetuoso con todo aquel que se te acercara. Y mi pecho se oprimió con fuerza. Quise mostrarme tranquila, natural, pero no estoy segura de haberlo conseguido.
Esperé mi momento. Siempre llega el momento de uno. Hay que saber qué hacer. Yo no sabía qué hacer con mi momento. Pero estaba, llegaría, sólo debía esperar. Agradecida de que por un segundo te liberaran para dejar que te sintiera también un poco mío, me acerqué a vos, te miré fijo y sólo se me ocurrió invitarte otro trago igual al que se estaba terminando en tu vaso. Sonreíste. Aceptaste.
Caminé hasta la barra para conceder rápidamente tu deseo. Sabía que debía darme prisa. Que en breve todo se terminaría y alguien, que no era yo, daría fin a esa noche como yo hubiese querido hacerlo. Volví hasta vos para dártelo en mano y brindar por mí, por vos, por nosotros, por ese encuentro inesperado e increíble, por haber cambiado mi vida, mi noche. Aunque hoy ya me hayas olvidado, aunque nunca recuerdes mi nombre, aunque no sea yo ( por más que lo desee con el alma) el motivo por el cuál te encontrabas ahí, acá, en este lugar del mundo donde jamás pensé que estarías.
Me senté, me paré, me volví a sentar, a parar... Te hubiese dicho todo lo que me produce verte, todo lo que movilizas en mí, pero para vos es más de lo mismo. No valía la pena hacerlo. Los sentimientos, en ocasiones, tienen más valor cuando uno los guarda en sí mismo y no los ventila ante quien no está interesado en conocerlos.
Paradójicamente regresó el que era tu motivo para que decidiera irse el que empezaba a ser el mío. Para que decidieras irte. Me quedé inmóvil observando como juntabas tus cosas para tomar el rumbo en dirección a un sitio que desconozco.
Pensé en tantas cosas... Pero entiendo que las oportunidades son así, que si uno tuviese la posibilidad de acomodarlas a su antojo entonces dejarían de ser oportunidades. Las casualidades mutarían a causalidades. Por eso no reniego de mi oportunidad de verte. Por eso agradezco ese bendito mensaje casual que fuera el causal de nuestro encuentro.
Empezaste a caminar hacia la salida para dejar en ese patio un espacio ínfimo comparado con el que dejabas en mí. Te frenaste. Me miraste. Demoraste la marcha de quienes te acompañaban. Te acercaste para agradecerme y me diste un beso. Te fuiste. Y con vos se fue también una parte mía que por alguna extraña razón te pertenece.
Sigo brindando a tu salud y, como me dijiste alguna vez, por los días de vendrán...
muy lindo daf :)
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