Cumplir años es un pijazo en el orto de chanfle. No solo envejeces sino que el espejo te escupe en la cara la verdad de tus propias miserias. Te das cuenta que todo lo que te decían tus mayores, esos a los que pocas veces tomas en cuenta, se va convirtiendo en realidad. Y los años se escurren entre las manos como la arena. No hay vuelta atrás. Lo que te funcionaba hasta hace apenas unos meses capaz que ahora pierde todo tipo de eficacia. Se te cae el culo, la celulitis amenaza con hacer una pandemia en todo el cuerpo, ya no sirve eso de estar dos días haciendo huelga de hambre. No no, lo que se deposita en la chicha ahí se queda hasta que decidas internarte en terapia intensiva gimnástica o te sometas a la cariñosa y siempre amiga ayuda de algún aparatejo ultracavitador o al bisturí afilado de cualquier mediquito que atienda por OSDE.
Pero cumplir años no es solo eso. A veces te agarra el raye y a pesar de que, en apariencia, no haya mucho que festejar, decidís organizar una fiesta en tu casa e invitar a las mismas ciento cincuenta personas de siempre a sabiendas de que solo van a venir cuarenta para que las ciento diez restantes te den mil y un excusas pelotudas (que no pedís ni necesitás) de por qué se ausentaron.
Y ahí estás vos, corriendo de aquí para allá obsesionada de que todos estén a gusto, contentos, conformes, estresada, aburrida, de mal humor, hablandole mal a todo el que se cruza en tu camino, pero atenta. Te ponés insufrible, colérica y angustiada porque la están pasando bien todos menos vos.
"Cambiá la música", "no hay mas hielo", "de verdad vas a poner ese tema?", "un vaso de vidrio no tenés?", "venía a bailar acá", "andá para allá que tu compañero del instituto está solo", "soplá la vela", "cortá la torta", "pedí tres deseos", "andá", "vení", "poné", "tomá", "traeme"... Y en un momento explotás. Alguien dice que te calmes pero no podés. Hacer eventos requiere de una responsabilidad enorme.
La estás pasando mal porque sos una perfeccionista, insegura y conflictiva. Pero ahí aparece el salvavidas. Ese que se da cuenta que vas a matar a alguien, te vas a ir a dormir enojada sin saludar o los vas a empezar a echar de a uno. "Andá fumarte un porro"- te dicen. "Este es tu cumpleaños, acá la única que tiene que disfrutar sos vos, el resto que se acomode, dejalo fluir". Y hacés caso. De a poco, sin forzarlo ni acelerarle la cocción, te transformás. Fluís. Largás la notebook a la mierda y esperas que si a alguien le pinta se haga cargo de la música. Empezas a disfrutar. Descubrís que la mesa está llena de bebidas que preguntan por vos, canciones exijen ser bailadas y cantadas.
Finalmente terminás bailando la lambada con tu hermana, amenazando con hacer desaparecer la botella debajo de tu vestido al ritmo de un meneo escandaloso, haciendo un pogo rabioso en el estribillo de "jijiji" y abrazada a los amigos de tu novio contando chistes subidos de tono con total desparpajo.
No está tan mal cumplir años.
0 comments:
Publicar un comentario