viernes, 27 de enero de 2012

A LA CHOTA HAY QUE AMARLA

Todo comenzó una noche en Pizza Banana de Cabo Corrientes cuando apenas había atravesado los quince años. Esa fue la primera vez que tuve contacto cercano con el miembro masculino. Y qué miembro. Chicho se llamaba. El stripper,el miembro no tenía nombre. Aunque bien podría haber tenido uno, una identidad, porque presencia le sobraba. Chicho era muy conocido por portar entre sus piernas una descomunal pieza de colección. Recuerdo que estábamos con mis hermanas sentadas en una mesa cuando se acercó a bailar con sus partes cubiertas por un pañuelo. Permaneció así hasta que escuchamos "TOC". Nada más. Desde el "TOC" hasta que decidió correr el pañuelo los segundos fueron horas. Y lo hizo. La dejó desparramada encima de nuestra mesa. Mientras tenía los ojos desorbitados mi cabeza resolvía cuentas matemáticas de cómo iba a hacer yo para meterme cosas semejantes en un agujerito donde apenas cabía un tampón. Mi hermana, un poco mas osada y experimentada, solo se limitó a pararse para aplaudir de pie. La verdad que me dió ternura, me daban ganas de alzarla a upa como un bebé, besarle la frente y cantarle el arroró hasta dejarla mansita.

Y ahí comenzó mi romance. Ahí entendí que a la chota hay que amarla. Sabido es que si bien los hombres poseen dos cabezas solo pueden pensar con una a la vez. Si una está despierta, la otra muerta. Nosotras, en cambio, podemos pensar en muchas cosas al mismo tiempo. Imaginense si tuviesemos dos... Esto me recuerda aquella vez que mientras estaba encima de un hombre, detuve mi marcha para decirle "Uy! nos olvidamos de comprar el pan" y casi me cuesta una separación. Pero esa es otra historia.

El caso, queridos amigos, es que afortunadamente a nosotras no se nos nota cuando la niña está perezosa. Pero los hombres están sonados. No solo porque no pueden hacerlas funcionar en simultáneo sino porque lo de Chicho era un caso único. Nunca jamás volví a ver algo similar. Pero eso no importa. Lo importante es que aprendí que a la chota hay que amarla. Es muy de mina que la rutina, los hijos, los años y demás yerbas no lleven a necesitar cada vez más tiempo y dedicación para la hora de la cama. Y que por consiguiente, cada vez estemos menos predispuestas para hacerlo. Incluso podemos llegar a castigar las malas conducta de un hombre dejando de entregar el rosquete. Y eso es un error enorme. Porque recuerden que si la de abajo está dormida ( y mal atendida )se despierta la de arriba.

Y si se despierta esa es para cagada porque el hombre es bastante pelotudo en general. Y básico. Son comos los perros, si reciben cariño y comen bien, se quedan en el molde. Asique hay que alimentarlos. Perdón, alimentarla. A ella. A la chota. Dejarla satisfecha, pepona. No importa el energumeno pedazo de hombre que hay detrás de la pelvis. Hay que amarla. Esto es como los sacos, cada cual elije ponerse la que le quede mejor. La convierte en su Tamagotchi, la cría a su manera, la educa y se preocupa por no dejarla morir. Nunca se sabe si esto va a dar resultado pero, mientras lo averiguamos, lo vamos a pasar bomba.

1 comentario:

  1. muy bueno daf!! nos hiciste morir de risa a papu y a mi! :) a ver cuando nos vemos! besos y saludos

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