miércoles, 25 de mayo de 2011

EL ANTIGALÁN

Tuve una cita. Yo no tengo estrategias con los tipos, nunca las tuve. No me salen naturalmente. Mis amigas saben. Ellas saben de este problema y lo padecen. Las altera y se indignan. Me dan consejos porque soy, indefectiblemente, de esa clase de mujeres que hacen todo lo que no tienen que hacer con los hombres. ¿Cómo regalaste eso? ¿Cómo pudiste llamarlo con lo que te hizo? ¿Vos sos tonta? ¿Te acostaste en la primera salida? Mis amigas me quieren matar a veces.

Con el paso de los años decidí, derrotada ante todo intento de tratar de ser y hacer lo que “se debe”, limitarme a asumirme como lo que soy: "La antigalán femenina”. Una suerte de marimacho con rouge y máscara para pestañas, que actúa con la misma naturalidad tanto para cruzarse de piernas y ser extremadamente sensual como para decir la palabra “verga” sin ponerse colorada.

Tuve una cita. No me gustan las citas. Me estresan. Nunca se cómo vestirme, no se de qué hablar, me pongo nerviosa, me siento en la obligación de tener que “agradar”. Y yo no sé de eso. Yo sé de ser yo y punto. Y agradarle al que quiera y al que no, no. Las citas son mentirosas porque nadie es tan sincericida como para mostrarse tal cual es. Salvo yo. Que por eso no tengo citas. Soy mi peor representante, mi enemigo . La tendría que llevar a mi mamá conmigo, sin dudas, para que me de una mano.

Tuve una cita. Me la generé. Estaba acostada, alimentando mi costado Emo, cuando comenzó a piropearme cursi pero sin alevosía. Tenía las defensas del corazón y el autoestima bajas asique compré. Ya me había acostado con él una vez. Y lo conozco de la vida. Nos conocemos. No existía ninguna obligación de agradarle. Una charla relajada, natural, sincericida como corresponde y como no se debe. Se quiso despedir. ¿Perdón? ¿Todo eso para nada? ¿Tanto piropo al pedo? Es broma, pensé.

“¿Me querés invitar a salir?” Tuve que increparlo.

“Sí”

Tuve una cita. Es un antigalán. Igual que yo pero con verga y sin rouge ni máscara para pestañas. A él tampoco le gustan las citas. Tampoco sabe cómo vestirse, ni de qué hablar, se pone nervioso. Tener citas con antigalanes como él o como yo definitivamente debe ser complicado, sobre todo para aquellos que siguen el protocolo como está escrito en el manual y deben padecernos. Tener una entre nosotros no lo ha sido tanto porque de entrada evidenciamos que no nos gustan. Y lo pasamos bien.

Tuve una cita. Y le confesé que mostré fotos suyas a mis amigas, le hice masajes, le cociné, me acosté con él. Y posiblemente haya hecho muchas cosas más de esas que no se deben hacer en las primeras citas.

“Mi ego femenino te está agradecido”. Le escribí al otro día sin esperar a que él lo hiciera primero.

“ Yo te agradezco además por el arroz con pollo, que estaba rico pero no tan delicioso como vos” arremetió, cursi. Y sin esperar a que le respondiera, manija, prosiguió. “Me quedó tu perfume rico en la almuada… Sí, tengo faltas de ortografías y me tiro pedos.”
Tuve una cita. Bendito seas, antigalán, bendito seas.

3 comentarios:

  1. Terrible la falta de ortografía! Pero por lo menos lo admite.

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  2. El sabor a perfume en la almohada debe ser de las cosas más lindas (hasta nostálgicas) después de una noche con una buena compañía y es algo casi vomitivo (sin importar si es o no importado) cuando viene de la persona equivocada.


    Recomiendo una canción para este post:
    Alvy, Nacho & Rubin Interpretan a Los Campos Magnéticos - "El Galán de la Paternal"

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