sábado, 29 de octubre de 2011

LA TEORIA DE LA VENDA

-Che, ese que está con vos es tu novio?

-No! Es mi mejor amigo.

-Ah, como siempre está con vos...


Se trata de un pibe de la noche. Un conocido de la vida. Esa clase de personas con las que te relacionás hace mucho pero nunca tenés bien en claro cuánto hace que lo conocés ni de donde.

-Me acaba de preguntar el guitarrista si nosotros éramos novios. Te imaginás?

-Que onda con ese pibe.

-Que onda con qué?

-Con él. No se, te pregunto. Me parece buen flaco, me cae bien. Es fachero, buena onda y encima toca de puta madre.

-Y?

-Y nada. Te has comido cada cosa, me resulta raro que nunca haya pasado nada entre ustedes. Siempre que te ve se acerca a saludarte. Me gusta para vos.

-Bueno, a mí me gustan todos para mí.

-Ya se, muñeca, pero a mí me gusta ESTE pibe para vos.

-Vos decís?


A mí me parecía un raro el tipo, de esos que no sabés si es o se hace. Buena onda pero nada más. Ni un sí ni un no. Y ocurrió el milagro. De vez en cuando, las mujeres tenemos esta suerte de epifanía amorosa. Después de ser indiferentes a un hombre durante cierta cantidad de años, lo vemos en otro entorno o con otra ropa, y de repente, como si se sacara una máscara de la cara, lo empezamos a ver distinto. No es un proceso. Es un on/off. Un chispazo. Un telón que se corre. Es como esos juegos de ilusiones ópticas en los que hay que ver figuras adentro de otras figuras: cuando yo no le veía el atractivo era como esa gente que se esfuerza pero no logra ver las flores escondidas en un panel de cuadraditos de colores. Veía el fondo y no la figura.

Y les invité una cerveza. A mi amigo por despabilarme y al musiquito porque me lo quería llevar conmigo. Siempre me pareció importante tantear la mercadería que una se va a comer. Lo debo haber aprendido de mi abuela que, omitiendo por completo la orden de "NO TOCAR", siempre se encargó de seleccionar manoseando una por una las frutas y verduras en el supermercado. Y al tiempo que le hablaba en el oído, le puse una mano en pecho. Evidentemente estaba ciega. Abajo de esa remera había, seguro, algo dificil de pasar desapercibido.

-Ay querido, qué musculoso que sos!!!- le dije al tiempo que le manoteaba el pecho.

-Puedo yo ahora?


Mi amigo, que es un fiel devoto de mi persona, no hizo más que chamuyarse un poco al muchacho por mí. Creo que después de mi vieja, él es la persona que mejor sabe venderme.

-Muñeca, yo me voy a casa. A vos te lleva él.

Y me quedé ahí, pensando en las ganas que tenía de sacarle la remera a este flaco y toqueteandolo tanto como la situación me lo permitiese. Quiso darme un beso y le corrí olímpicamente la cara. No porque no quisiera besarlo, no no, todo lo contario. Pero mi decálogo de soltera perfecta decía en el artículo cuatro inciso ocho que NO se besa a ningún hombre dentro de un lugar público.

-Vamos a casa? Te invito a mirar videos de egresados.

Y así nos fuímos hasta su casa. Lo que mas me gusta de la moto es esa hermosa posibilidad que te dá de apoyarle las tetas a alguien en la espalda sin ningún tipo de remordimiento. Llegamos, nos tiramos en la cama y, por única vez, dudé si estaba haciendo bien.

-Y los videos?

-Ah, cierto, no se donde está. Querés que te haga masajes?

-Sí.

Lo mejor de la teoría de la venda es que no falla. La excepción de la regla, es que después de haberme embadurnado toda con vaselina, llenado la habitación de sahumerios y velas, no me llamó nunca más.

0 comentarios:

Publicar un comentario