domingo, 18 de mayo de 2025

CRECER APESTA (pero acá estamos igual)

Cuando sos chico, crecer parece una promesa: "Cuando seas grande vas a poder hacer lo que quieras." 

Spoiler: no es cierto.

Cuando sos grande hacés lo que podés, con lo que hay, a la hora que te queda.


De chicos nos preocupaba que alguien nos robe los lápices nuevos.

De adultos, que la AFIP nos robe el alma.


Cuando tenías diez años llorabas porque se te rompió tu juguete favorito.

A los treinta y cinco  llorás porque se te rompió el caño del baño y no sabés si llamar al plomero o prender fuego todo.


En la adolescencia tu mayor problema era que te guste alguien y no te dé bola.

Hoy te gusta alguien y te da bola… y te das cuenta que viene con tres deudas, un ex que manda audios pasivo-agresivos y una relación confusa con su madre.


Las salidas también cambian.

Antes: vestirte en casa de tu amiga, tomar lo que haya en la heladera, bailar hasta que te echen del boliche, desayunar medialunas con olor a humo y rímel corrido.

Ahora: juntarse en una casa a las 21, mirar el reloj a las 23, bostezar a las 23:15, inventar excusas a las 23:30, estar en la cama a las 00:00 con un té digestivo y Netflix que te pregunta si seguís vivo.


Crecer es tener una contractura misteriosa que apareció sola mientras dormías.

Es tener que pedir turno para ir al médico pero también para llorar.

Es ver que el supermercado está cada vez más caro y los vínculos cada vez más baratos.

Es darte cuenta que tus padres tenían razón… pero ya es tarde para decírselos sin que te lo refrieguen.


Crecer apesta, sí.


Pero también es descubrir que podés con todo.

Que esa versión tuya, que se viste de adulto y sale a enfrentar el mundo con ojeras, listas de pendientes y ansiedad, está mucho más cerca de la verdad que aquella que esperaba que la vida viniera con instrucciones.


Y aunque duela, aunque duermas con protector de bruxismo, tomes magnesio en ayunas y hagas terapia para sostenerte, hay algo inmensamente poderoso en seguir creciendo:


Ya no necesitás que todo tenga sentido para saber que estás exactamente donde tenés que estar.

Porque ahora sabés que no se trata de entender la vida…

Se trata de animarte a vivirla, con todo lo que trae.


Incluso cuando arde.

Incluso cuando pesa.

Incluso cuando apesta.


Ahí estás vos.

Creciendo igual.


Y eso, amor, es de valientes.


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