jueves, 30 de octubre de 2025

Verano: ese reality donde todos fingen sorpresa al descubrir que el invierno dejó huella

 Llega noviembre y, con él, la época más hipócrita del año: la del “todavía estoy a tiempo de ponerme en forma”.


Bueno... NO, Dafne, no lo estás.

A menos que el verano al que apuntes sea el del 2030, y aun así lo dudo porque entre la sidra, el vermú, las papas fritas y el choripán del 25, se nos va cualquier chance de “definir el abdomen”.


Yo ya lo asumí: no llego en forma al verano.

Ni al próximo.

Ni al de mi próxima reencarnación.


La celulitis y yo firmamos un convenio de convivencia pacífica. Ella se queda, yo dejo de odiarla. Porque la vida es demasiado corta para decirle que no a una pizza.

Y si tengo que elegir entre radiofrecuencia, mio-up y una picada con vermú frío…

que me reemplace la máquina.


El bronceado disimula, el humor salva, y la sidra bien fría hace que todo importe un poco menos.

Así que si me ven en la playa con el traje de baño y la confianza puesta, no me digan “qué valiente”. No es valentía, es aceptación (y un 40% de alcohol etílico).


Porque sí, el verano me agarra otra vez con panza, celulitis y cero ganas de sufrir por eso.

Y qué suerte.

Porque las mejores historias no nacen en un gimnasio, nacen con la panza llena y el corazón contento.

Igual qué lástima que vivo en Mar del Plata y no en Jamaica, Brasil o Miami, donde los hombres se derriten por mujeres como yo: carnosas, abundantes y curvilíneas, con caderas que cuentan historias y piernas que no entran en los cánones, pero sí en las fantasías.

Acá, en cambio, el frío marplatense congela hasta el autoestima.
Y los algoritmos siguen vendiendo el mito del “fit”, del “detox”, del “plan verano”, como si tu cuerpo necesitara una auditoría para ponerse un bikini.

Pero no.
Mi cuerpo no necesita aprobación, necesita sol.
Y ganas.
Y un poco de salsa en vez de culpa.

Porque si viviera en Jamaica, estaría bailando con orgullo mi celulitis al ritmo del dancehall. En Brasil, sería patrimonio cultural. Y en Miami, tendría un club de fans.

Pero bueno, me tocó Mar del Plata.
Así que bailo igual, con las piernas que tengo y el alma encendida.
Porque a fin de cuentas el problema no es el cuerpo: es el lugar donde aún no aprendieron a celebrarlo.

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