domingo, 6 de julio de 2025

Un turro al año no hace daño (y a veces hasta hace bien)

 Hay que decirlo con todas las letras: el turro tiene mala prensa. Pero en el fondo… todos tuvimos uno que nos sacó una sonrisa, nos revolvió el alma y nos hizo sentir más vivas que una alarma de incendio a las 3 de la mañana.


Porque el turro, ese espécimen argento de manual, no se caracteriza por la estabilidad emocional, ni por la responsabilidad afectiva. Pero ¡cómo besa! ¡Cómo mira! ¡Cómo te hace reír en el momento justo!

Es el que te manda un “¿estás?” a las 2.14 a.m. y vos, aunque ya sabés cómo termina la película, igual la volvés a ver porque hay algo en esa forma de llegar tarde… que te toca.


El turro es encantador sin esfuerzo, contradictorio, intenso, y –aunque lo niegue– bastante sensible.

Te puede hablar del último partido de la Libertadores y, en la misma conversación, contarte que sueña con tener una cabañita en el sur y un perro que se llame Marley.

Tiene cero planes de futuro contigo, pero te hace sentir que sos el presente más vibrante de su vida.


Y no, probablemente no sea el que se quede.

Pero a veces se necesita uno que no se quede, pero que te despierte.

Uno que te devuelva al cuerpo, a la piel, a las ganas.

Que te haga perder un poquito la cabeza para después encontrarte más lúcida que nunca.


Así que no lo niegues.

No lo ocultes.

No lo odies.


Porque si fue un turro de los buenos, te hizo reír, te hizo vibrar y, al final del día, también te enseñó algo.

0 comments:

Publicar un comentario